Complicidad de sonrisas
Desde que empecé a escribir la tesis se me ha hecho el hábito de tomarme el café mañanero. Como nunca he tenido el tiempo (porque no he querido) para preparármelo en casa antes de salir a clases, lo compro con la señora que también vende tamales y he encontrado el momento perfecto para tomármelo mientras camino de la Facultad al Instituto donde hago mi investigación.
Debido a que este jueves tengo examen, tuve que hacer una parada obligatoria por la biblioteca y se me ha hecho tarde para la vendimia cafetalera; de manera que cuando solicito mi infusión la señora muy apenada busca dentro de la olla y me enseña las sobras. ¡Lo más rico del café! Me encanta sentir el grano de café molido en mi boca y extraer hasta la última gota de cafeína. Soy un adicto, ya lo sé. Al rato y, aunque siempre he tenido predilección por el café, es efecto de la falta de Coca Cola.
Ya que la señora y yo ya somos amigos, hoy, al menos, me ha regalado las sobras del café. Igual y suena tonto, eran sobras de café frío, pero a mí me pareció el gesto más genial... y todo por esa complicidad de sonrisas cada mañana.
1 Comments:
Qué hay!!!! Ten cuidado con el lugar en el que tomas café... supongo que ya recordarás los nefastos cafés de la uni...por Dios, espero que nadie más tenga que sufrirlos....y si además te echabas un cigarro para acompañar... el señor roca tenía visita asegurada...jeje
muxu
sáb abr 15, 01:29:00 p.m.
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